El mercado cae en picada tras señales confusas desde Washington y un panorama comercial más incierto que nunca.
6 billones de dólares desaparecieron en dos días.
Una caída del 10,5 % en el S&P 500 dejó a los inversores sin aliento, marcando una de las peores semanas desde el caos de 2020. Y no fue por un virus, ni por una crisis financiera. Esta vez, el enemigo fue la incertidumbre política.
Porque si hay algo que los mercados odian más que las malas noticias, son las adivinanzas.
Se evaporan las Siete Magníficas
Las acciones tecnológicas –esas “niñas bonitas” que sostienen al mercado cuando todo lo demás falla– fueron las primeras en recibir el golpe. El Nasdaq entró oficialmente en territorio bajista, liderado por caídas estrepitosas:
- Tesla: -10,42 %
- Nvidia: -7,36 %
- Apple: -7,29 %
- Meta: -5,06 %
- Amazon: -4,15 %
- Microsoft: -3,56 %
- Alphabet: -3,20 %
¿Significa esto que Wall Street ha perdido la fe en sus gigantes tecnológicos? No exactamente. Lo que está perdiendo es la paciencia con la política comercial y las señales contradictorias desde Washington.
El factor sorpresa que encendió el pánico
Todo se desató tras el “Día de la Liberación” del expresidente Trump, que trajo consigo una propuesta arancelaria sorpresiva y de gran alcance. JPMorgan la describió como el mayor aumento de impuestos –medido por su efecto arancelario– en más de 50 años.
Y aunque algunos anuncios llegaban con anticipación, la magnitud pilló a los mercados desprevenidos.
“El plan arancelario recíproco del presidente Trump se anunció con suficiente antelación antes del anuncio del 2 de abril”, escribió Torsten Slok, economista jefe de Apollo, “pero el mercado se vio sorprendido por su amplitud, momento y magnitud”.
Desde entonces, China contraatacó con un arancel del 34% sobre todas las importaciones provenientes de EE. UU., efectivo a partir del 10 de abril.
El VIX, ese indicador informal del miedo de Wall Street, cerró el viernes por encima de 45, el nivel más alto desde abril de 2020.
Efecto dominó en la economía real
El golpe no se limita a los tickers en rojo. Torsten Slok advierte que los riesgos a la baja están creciendo: desde la confianza del consumidor, hasta las cifras de turismo y salidas a bolsa. Las empresas globales están frente a un nuevo escenario, y no se trata de una tormenta pasajera.
- Apple obtiene más del 50 % de sus ingresos fuera de EE. UU.
- Nvidia y Amazon dependen de cadenas de suministro internacionales complejas.
- Más de 50 países ya han pedido negociar aranceles con EE. UU.
Cuando la política comercial se convierte en un objetivo móvil, los modelos de riesgo se rompen. Y los inversionistas, que odian la improvisación, prefieren guardar el efectivo antes que lanzarse a la oscuridad.
Entre el miedo y la liquidez
La reacción fue inmediata: más de 60.000 millones de dólares fluyeron hacia fondos del mercado monetario solo en los primeros días de abril. Según Crane Data, el efectivo total disponible en estos fondos alcanzó un récord de 7,4 billones de dólares.
Además, la última encuesta de asignación de activos de la AAII mostró que los inversores minoristas mantienen en promedio el 18,3 % de sus carteras en efectivo, el nivel más alto desde 2020. Los gráficos lo dicen todo: el pesimismo ha vuelto. Y con fuerza.
Incluso Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, reconoció el viernes que los aranceles fueron “más altos de lo esperado”. Aunque evitó una postura concreta, su mensaje fue claro: la Fed también se está tomando su tiempo para entender las reglas del nuevo juego.
Este no es un desplome clásico
Las grandes caídas bursátiles suelen tener explicación: burbujas crediticias, pandemias, crisis de deuda. Esta vez, el ingrediente principal es la confusión. Wall Street no está huyendo por miedo a los fundamentales, sino porque no quiere apostar a ciegas.
Como resumieron Nicholas Colas y Jessica Rabe de DataTrek Research: “Es notable que, incluso con dos figuras clave de Wall Street en el gabinete, el anuncio tomara a los mercados tan desprevenidos”.
Cuando incluso los insiders están perplejos, la estrategia se reduce a una sola palabra: espera. Que nadie espere una recuperación inmediata. Hasta que Washington clarifique la política comercial, los inversores optarán por el modo defensa: más efectivo, menos exposición, y mucha cautela. En tiempos como éste, no se trata de prever el futuro, sino de resistir la tormenta sin adivinar demasiado.
Para el inversor a largo plazo, el mensaje es claro:
Este puede ser un buen momento para revisar portafolios, reforzar fundamentos y mantener la cabeza fría. La historia sugiere que los mercados se adaptan, pero toman su tiempo.
Mientras tanto, Wall Street seguirá desconfiando de las adivinanzas. Porque los negocios pueden tolerar el riesgo, pero no el misterio.